Canción de cuna

Duérmete, mi niño,
duérmete ya,
que pronto viene abuelo
contigo a jugar

miércoles, 18 de julio de 2012

CARTA A UN AMIGO



Permítanme que esta vez me limite a copiar una carta que apareció en 25 AÑOS DE INNOVACION EDUCATIVA,  publicada por el Colegio Príncipe Don Felipe de Boadilla del Monte.

Tres años han pasado y aún no he obtenido respuesta.

El texto dice así:

CARTA A UN AMIGO

       Me imagino la sorpresa que te llevarás al leer mi carta después de tantos años; pero resulta que hasta el viernes pasado no he tenido noticias de tu paradero actual. Pues bien, tengo tantas cosas que contarte que no cabrían en mil hojas de papel.

       Empezaré por contarte desde la última vez que nos vimos, hace cincuenta años, cuando estudiábamos bachillerato en un internado de Badajoz.

      Al salir de allí, como la mayoría de compañeros de nuestro curso, estudié magisterio y ya en tercero de carrera me hice cargo de una escuela unitaria en la misma academia donde estudiaba. De este modo conseguía cuatrocientas cincuenta pesetas al mes; poco, pero suficiente para los gastos de libros y matrícula.
     El curso siguiente, en enero del 68 empecé a trabajar en la Enseñanza Pública como profesor interino pasando en poco tiempo por diferentes pueblos. Primero fue Puebla de Sancho Pérez, donde conocí a Paula; después Santa Marta de los Barros donde estuve un mes escaso. Luego pasé a Zafra, desde donde me incorporé al Servicio Militar; a continuación estuve en Oliva de la Frontera, donde me saqué el permiso de conducir para dejar de ir en auto-stop los fines de semana a ver a Paula. Aprobé las oposiciones del 69 y en vez de comprar un coche, en dos años nos casamos y nos quedamos a vivir en Jerez de los Caballeros, mi pueblo.

     Cuando me compré el coche ya teníamos cuatro hijos. No sé si tardamos en mucjo en comprarlo o poco en tener los hijos; pero así fue y con el mismo coche, un Renault 12 de segunda mano, nos presentamos los seis en Boadilla del Monte un buen día del mes de agosto de 1988. Habíamos decidido venirnos a una localidad pequeña y próxima a la capital para que nuestros hijos pudieran estudiar.

     Por entonces, tenía yo cuarenta años. Los tres mayores asistían a clases de COU , segundo y primero de Bachillerato en un Instituto de Pozuelo; el menor estudiaba tercero de EGB en el colegio Príncipe don Felipe, donde he trabajado hasta mi reciente jubilación (justo el curso en que el colegio cumple veinticinco años desde su fundación).

     Pero centrémosnos en la vida profesional. Mis primeros pasos no fueron de pasarela; sentía vértigos al contemplar el abismo existente entre los conocimientos adquiridos durante mi preparación en la Escuela de Magisterio y la realidad concreta a la que me tenía que enfrentar, bastante solo, como profesor en una escuela, rural o urbana.

     Pero no dejé de trabajar para adaptarme a esa nueva realidad: estudié dos años para especializarme en Geografía e Historia, un tercero en Expresión Plástica y un cuarto en Pretecnología a través de la UNED. Estos cursos incluían como obligatoria la asistencia a un mes en verano a unas clases en Jerez de la Frontera, Burgos o El Escorial, según el curso en cuestión.

     Otro medio importante que empleaba para esta adaptación formativa era la asistencia a las llamadas Escuelas de Verano de Extremadura que se celebraban a primeros de jujio en la provincia de Cáceres. En más de una ocasión asistimos a ellas toda la familia, pues funcionaba un servicio de guardería para los pequeños. La convivencia era total entre la gran familia docente, muy comprometida. Me implique en un grupo de trabajo denominado Escuela Medio cuyos componentes manteníamos contacto a lo largo del curso y aprovechábamos los puentes vacacionales para celebrar encuentros en el Castillo de Alburquerque, el Monasterio de Tentudía, Helechosa de los Montes, Monfragüe, Hervás o en otros lugares privilegiados de la geografía extremeña.
    
     Estas enriquecedoras actividades se desarrollaban en paralelo a la tarea principal, que era la docencia enn el marco de una Escuela Nueva. En este ámbito destacaríamos dos períodos diferentes: El primero, impartiendo clases de Geografía, Historia y Plástica en el tercer ciclo de EGB;  y el segundo, aplicando la metodología activa en la enseñanza de la lectura y la escritura en Primaria.

     Ya ves, el tiempo pasa volando: Los veinte años que llevo en Boadilla se han ido en un vuelo; los otros veinte de Jerez, en otro vuelo; pero en el aire vas dejando retazos de tu piel.

     Mis hijos terminaron sus estudios, se pusieron a trabajar y no quieren marcharse de aquí, pues aquí han empezado a dar fruto. Ejemplo de ello, el pequeño Daniel.

     ¡En fin, que ya está bien! Además, no sé si por fin te llegará esta carta, pues sigo sin tener claro el último destino; de todos modos este espacio habrá servido para repasar una vida dedicada a la familia y al trabajo, dos preciados tesoros. Sin embargo he echado de menos un tercer tesoro, la amistad, rota por la distancia y el tiempo. Ahora trato de remendar esos jirones con los hilos de antaño: aquellos compañeros nuestros con quienes  hace cincuenta años empezamos a estudiar bachillerato en aquel internado de Badajoz. Ellos me han rescatado del aislamiento y por ellos sé que hace tiempo tú, mi querido amigo, emprendiste tu último viaje.


                                                                                      José Luis León Román




P.D.

Rompe la carta cuando la hayas leído, que a nadie le importa la vida de los demás.



    



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